Todo con una ronrisa.
Estaba barriendo el piso cuando una mujer
madura entró en la tienda. Le pregunté a papá si podía
atenderla.
-Seguro -me contestó.
-¿Puedo ayudarla?
-Sí, jovencito. Compré un sofá en esta tienda y se le desprendió una pata. Quiero saber cuándo podrán ir a arreglarlo.
-¿Cuándo lo compró, señora?
-Hace aproximadamente unos diez años.
Le dije a mi padre que la mujer pensaba que le íbamos a arreglar gratis su viejo sofá. Él me contestó que fuera a decirle que estaríamos en su casa por la tarde.
Después de atornillarle una nueva pata al sofá, nos despedimos y, en el camino a casa, papá me preguntó:
-¿Qué es lo que te preocupa, hijo?
-Sabes bien que quiero ir a la universidad.
Si nos dedicamos a arreglar sofás viejos sin cobrar, ¡nos iremos a la quiebra!
-De todos modos tenías que aprender a reparar esa pata. Además, no te diste cuenta de lo más importante. No te fijaste en la etiqueta de la tienda cuando volteamos el sofá. Lo compró en Sears.
-¿Quíeres decir que hicimos el trabajo sin ganar nada y que, además, la señora ni siquiera es nuestra clienta?
Papá me miró fijamente y me dijo:
-Será nuestra clienta a partir de hoy.
Dos días después, la señora regresó a nuestra tienda y compró varios miles de dólares en muebles nuevos. Cuando se los entregamos, colocó un frasco de un galón lleno de cambio, de billetes de uno, cinco, diez, veinte, cincuenta y cien dólares, encima de la mesa de la cocina.
-Tomen lo que necesiten -dijo antes de abandonar la habitación.
-Seguro -me contestó.
-¿Puedo ayudarla?
-Sí, jovencito. Compré un sofá en esta tienda y se le desprendió una pata. Quiero saber cuándo podrán ir a arreglarlo.
-¿Cuándo lo compró, señora?
-Hace aproximadamente unos diez años.
Le dije a mi padre que la mujer pensaba que le íbamos a arreglar gratis su viejo sofá. Él me contestó que fuera a decirle que estaríamos en su casa por la tarde.
Después de atornillarle una nueva pata al sofá, nos despedimos y, en el camino a casa, papá me preguntó:
-¿Qué es lo que te preocupa, hijo?
-Sabes bien que quiero ir a la universidad.
Si nos dedicamos a arreglar sofás viejos sin cobrar, ¡nos iremos a la quiebra!
-De todos modos tenías que aprender a reparar esa pata. Además, no te diste cuenta de lo más importante. No te fijaste en la etiqueta de la tienda cuando volteamos el sofá. Lo compró en Sears.
-¿Quíeres decir que hicimos el trabajo sin ganar nada y que, además, la señora ni siquiera es nuestra clienta?
Papá me miró fijamente y me dijo:
-Será nuestra clienta a partir de hoy.
Dos días después, la señora regresó a nuestra tienda y compró varios miles de dólares en muebles nuevos. Cuando se los entregamos, colocó un frasco de un galón lleno de cambio, de billetes de uno, cinco, diez, veinte, cincuenta y cien dólares, encima de la mesa de la cocina.
-Tomen lo que necesiten -dijo antes de abandonar la habitación.
Me he dedicado a las ventas durante treinta años a partir de ese día. He tenido el promedio de ventas más alto en todas las organizaciones que he representado, porque tengo la costumbre de tratar a cada uno de los clientes con respeto.
Michael T. Burcon
0 comentarios:
Publicar un comentario